viernes, 21 de diciembre de 2012

A comienzos de año se publicará una nueva edición de Habitando el olvido, donde podremos leer los relatos y poemas premiados en el Certamen Literario Villa de Iniesta. Esta es la presentación de dicha edición:


“el fuego sobrevive en el hierro frío”
                                                        Bachelard, escribe de Chillida.

 
Hace poco leí que Galileo no inventó el telescopio. Que oye hablar de un extraño instrumento, un tubo con dos lentes, una en cada extremo y lo perfecciona hasta lograr, en pocos meses, su capacidad de aumento de forma notable.
       Ninguno de nosotros inventó la literatura. Pero al igual que Galileo Galilei, escribir y leer nos descubre todo un mundo nuevo que nos lleva más allá de la superficie lunar, de los cuatro satélites de Júpiter o de las incontables estrellas de la Vía Láctea.
       Al escribir, al leer encontramos dolor, amantes y enemigos, deseos nuevos y sorprendentes, fugitivos… locura; descubrimos paisajes urbanos, promesas de infinitud, los túneles del tiempo, todo un horizonte que se convierte, entonces, en luz o vacío, el que necesitan los ojos, las manos, el cuerpo, los cuerpos; un confín, una perspectiva que no parece serlo.

De vez en cuando, tu solo te metes en razones que, como mis visitas a Iniesta, te envuelven en contradicciones que a su vez aparecen en equilibrio. Probablemente la ilusión sea el hilo conductor de todo ello.
       Hace algunos años que voy a Iniesta y cada vez trato de imaginarlo todo con novedad: las flores que se van haciendo flores, que pertenecen al gozo de esta luz, / de la danza, de esa extraña primavera deseada, como nos ofrece Olvido García Valdés en uno de sus poemas; su apariencia despejada y esencial, que aporta primeras visiones, emociones incipientes, recuerdos infantiles.

La delicadeza de HABITANDO EL OLVIDO conserva y prolonga la intensidad de algún momento que, por alguna razón, hemos hecho nuestro. Aporta inmediatez y memoria, verdad respiratoria. Por si algo faltara, los colores de Francisco Izquierdo desbordan mirada y comprensión, el arrebato final imprescindible.

Galileo no hablaba de sí mismo, sino de un hombre pequeño y de una tierra que no es el centro del universo mundo. Algunos proyectos, a pesar de ser viejos o de no existir, se mantienen y tratan de resolver problemas reales.

Las lámparas hay que frotarlas, unos gigantes se esconden en ellas y te conceden deseos por algo que, suponen, has hecho por ellos. Los sueños siempre existirán.

                                                                          Juan González de las Casas